Luego del luto y conmoción que causó la partida del Papa Francisco, y tras cuatro votaciones del Cónclave que culminaron con la fumata blanca; hace exactamente una semana, el mundo conoció al nuevo líder de la Iglesia Católica: León XIV. Hoy, las miradas están puestas en los lineamientos que marcarán su pontificado, influido tanto por la continuidad de las reformas iniciadas por su predecesor como por el profundo arraigo de la Doctrina Social de la Iglesia, inspirada hace más de 130 años por la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII.
En este contexto, resulta fundamental que la Iglesia, y todos quienes participamos en las discusiones de política pública, no perdamos el foco social ni la raigambre con las experiencias vivenciales del día a día. Si hace más de 100 años, Rerum Novarum nace con la misión de reflexionar sobre la “cuestión social” y establecer el rol que la Iglesia debe tener frente a las desigualdades, y las problemáticas político-sociales, hoy, el llamado es ser misioneros y conocer fuertemente la realidad que nos rodea. Solo de esta forma seremos capaces de identificar los grandes dolores de la sociedad, y luego traducirlos en políticas que mejoren la calidad de vida de las personas. El llamado es a salir del escritorio y de la zona de confort, y asumir el liderazgo en terreno.
Este desafío requiere de fuerza, corazón y energía. Y por supuesto, no hay mejores llamados a encarnar esas virtudes que los jóvenes.. Una juventud que “no tenga miedo”, como señaló León XIV el fin de semana, que crea en sí misma y que, efectivamente, se convenza que es el motor de cambio y de desarrollo que la sociedad necesita. De su protagonismo depende la construcción de un país más justo, humano, solidario y digno. ¿Y cuál es nuestro rol en esto? Apoyarlos, ayudarlos y motivarlos. Solo así, podremos devolver la esperanza a un país que está de capa caída, con la misión de fomentar el diálogo y los acuerdos, y donde la clave está en poner en el centro de las preocupaciones a las personas.
Los invito, a creer en la juventud y disponer de todos los espacios de acción para ellos, donde podamos abrir puertas, y no cerrarlas. El futuro, créame, será esperanzador para todos.