Con la llegada del 7 de julio, estudiantes y docentes se preparan para retomar las actividades del segundo semestre escolar. En este contexto, las vacaciones de invierno no solo representan un alto en el calendario académico, sino una instancia crucial para el bienestar físico, mental y emocional de la comunidad educativa.
Alejandro Pérez, académico de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, destaca que este receso va más allá de un simple alejamiento de las tareas escolares: “El sistema nervioso y la salud mental necesitan descansos programados para recargarse. Las vacaciones permiten a estudiantes y docentes recuperarse del desgaste emocional y de la presión evaluativa acumulada”, señala.
En un escenario marcado por el aumento de signos de ansiedad, irritabilidad y agotamiento, este periodo de pausa se vuelve una herramienta preventiva y necesaria. Pérez subraya además la relevancia de promover actividades recreativas, culturales y deportivas accesibles para todos, entendiendo el descanso como una política pública que apunte a una mayor equidad en el bienestar psicosocial.
Con esta mirada, los últimos días de vacaciones de invierno se transforman en una valiosa oportunidad para desconectarse, disfrutar y cuidar la salud emocional. Llegar renovados a las aulas no solo favorece el aprendizaje, sino que permite enfrentar el segundo semestre con mayor motivación, energía y equilibrio.