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Así era vivir en Sewell, la ciudad industrial chilena declarada Patrimonio de la Humanidad


Una ciudad en la montaña, ícono de la historia minera chilena, esta a semanas de celebrar el día del patrimonio.

JUEVES, 1 DE MAYO DE 2025
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Publicado por

Belén Navia



Ubicado en plena Cordillera de los Andes, a más de 2.000 metros de altura y a 60 kilómetros de Rancagua, Sewell es mucho más que un antiguo campamento minero, es un testimonio vivo del Chile industrial del siglo XX, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006. Conocido como “la ciudad de las escaleras”, este singular poblado se prepara para recibir visitantes en el marco del próximo Día del Patrimonio Cultural, que se celebrará en todo el país el último fin de semana de mayo.

El sábado 24 y domingo 25 de mayo, Chile celebra una vez más el Día de los Patrimonios, la gran fiesta cultural que nos invita a reencontrarnos con nuestras historias, a sentir nuestras raíces y a celebrar la diversidad que nos une como país.

Construido por la empresa Braden Copper Company en 1905 para albergar a los trabajadores de El Teniente, la mina subterránea de cobre más grande del mundo, Sewell llegó a tener más de 15 mil habitantes en su época de esplendor. Aislado entre montañas, el campamento contaba con servicios impensados para la época: teatro, hospital, escuela, piscina temperada, clubes sociales y hasta una plaza con juegos infantiles. Todo esto, a más de 2.000 metros de altura y bajo condiciones climáticas extremas.

Curiosidades que sorprenden

Una de las mayores curiosidades de Sewell es que no tiene calles, sino que se articula a través de escaleras y pasajes peatonales que serpentean entre coloridos edificios de madera. Esta particular estructura respondía tanto a las exigencias del terreno como a las necesidades prácticas de la vida minera.

Además, existían fuertes normas de convivencia impuestas por la empresa, que regulaban desde la vestimenta hasta la hora de apagar las luces. Las diferencias sociales también se reflejaban en la distribución del espacio. Los trabajadores chilenos vivían en edificios separados de los ejecutivos extranjeros, y las áreas recreativas eran diferentes para cada grupo.

Los serenos patrullaban como sombras del orden. Estos vigilantes no solo velaban por la seguridad, sino también por la moral, controlando la intimidad de las parejas y asegurando que solo quienes estuvieran casados pudieran formar una familia en el campamento.

Pero la ley no siempre era respetada. En un entorno regido por la ley seca desde 1906, surgieron los guachucheros, contrabandistas de aguardiente que desafiaban la vigilancia con astucia. Transportaban licor en ponchos, neumáticos o cueros de cabro, haciendo del alcohol un bien tan codiciado que su precio se cuadruplicaba en la cima. Nombres como “el Manco”, “el Mangueras” o “el zunco Duarte” quedaron grabados en la historia local. También destaca la figura mítica de la gitana, que llegaba cada dos semanas cargada de licor, acompañada de el Pajarito, músico y traficante silencioso.

Junto a ellos, otros personajes poblaban las sombras, como el Mutraco, ladrón de cobre que descendía la montaña con mochilas cargadas del valioso mineral, actuando con precisión y sigilo.

Sewell no es solo una postal del pasado. Es un símbolo de la identidad minera chilena, de la fuerza del trabajo colectivo y del desarrollo industrial del país. Visitarlo es también un homenaje a quienes construyeron vida en medio de la roca, el frío y la altura.


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